viernes, 11 de enero de 2013

LA IGNORANCIA COMO MODELO SOCIAL


Al hablar de política y sobre la situación actual que todos vivimos en España, muchas personas de las que conozco se declaran neutrales y afirman, muchas veces con cierta galantería, que los políticos son todos iguales, que hemos gastado mucho dinero en tonterías y ahora pasa lo que pasa. Y con estas afirmaciones se declaran personas indignadas.
Sin embargo, la pregunta siguiente que hago yo ahora es: ¿En qué datos o informaciones te basas para afirmar todas esas críticas? Y muchas veces la respuesta es: Lo han dicho por la tele.
¿Quién? – pregunto- , a lo que contestan:  Los políticos y los periodistas.
-¿Esos políticos que tu estás criticando y diciendo que son unos mentirosos?-
Conclusión: Si alguien cae en esta “trampa” es que es una víctima más del sistema, y ya son muchas. Bajo esta falsa indignación flaco favor hacen a los sectores y miles de ciudadanos que luchan por sus derechos día a día.
Todo esto se debe al desmantelamiento del Estado de Bienestar que los políticos actuales están llevando a cabo. La ultraderecha del PP, con la complicidad del PSOE, UPYD y demás partidos nacionalistas como PNV y CIU, todos ellos de ideología neoliberal que cada día maquillan con sus discursos pero siempre es la misma conclusión.
Las primeras medidas tomadas por estos  neoliberales son muy claras: por un lado, empobrecer a los ciudadanos, reduciendo sueldos y abaratando despidos y, por otro, dificultar su acceso a la educación, para dificultar su capacidad de análisis y hacernos más manejables.
Nos niegan la cultura y la educación para debilitar nuestras defensas intelectuales, para mantenernos estúpidos y sumisos. Diseminan ignorancia para combatir la indignación. Anulan  las ideas para mantener el sistema en el que cada vez hay mayor desigualdad en nuestra sociedad, puesto que, cuando a las clases medias-bajas se les debilita en la educación, se les niega el futuro, volviéndolos aún más pobres.
Desmontan la cultura para enterrar el pensamiento crítico. Acaban con la educación para alimentar la ignorancia, el individualismo y la apatía, para evitar las movilizaciones. Diseñan un país a su medida, en el que los jóvenes eliminan el doctorado e idiomas del currículo para poder trabajar de camareros.
Estos políticos desprecian la cultura para evitar que el ciudadano tenga un criterio propio, y no sea por tanto más exigente con la labor de aquellos que gobiernan. Con toda seguridad, un votante culto y  bien informado no votaría a un político mediocre, corrupto o ignorante.
Un ciudadano preparado sería consciente del engaño. Por eso la cultura y la educación son un estorbo. Las humanidades han sido sustituidas por la ilusión del bienestar: un buen televisor, desde el que disfrutar de las jugadas de Cristiano Ronaldo o de los gritos e insultos de programas como Sálvame, Mujeres, hombres y viceversa y todos esos talk shows que aparecen en la MTV.  Hay para todos los gustos. Esto es, sin duda, el mejor remedio para alejarse de la dura realidad. Seguramente por esta razón terapéutica los españoles somos los europeos que más vemos la TV, casi cuatro horas diarias consumiendo telebasura, desinformación y entretenimiento de dudosa calidad.
Preferimos convertirnos en seres simples y sin opinión a la vez que desatendemos la figura del libro como símbolo cultural y de las librerías y bibliotecas como centros de la reflexión, estudio y pensamiento.
Aún no es tarde para caer en la cuenta de la trampa en la que hemos caído. Defendamos las  escuelas, bibliotecas, centros culturales, museos, centros de investigación como garantes de  la igualdad de derechos y la convivencia de personas con procedencias diversas y facilitar así la cohesión social. 

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