No hacía ni 3 días que había
llegado a España procedente de Londres tras pasar en esta ciudad una larga
temporada cuando aquel 15 de mayo de 2011 vi cómo una gran marea de gente inundaba las calles y plazas
de todas las ciudades españolas en señal de protesta y hartazgo que la gran
mayoría de los españoles tenía ante la situación de crisis económica y el
funcionamiento del actual sistema. Yo lo seguí con mucho interés, a la vez que
preguntaba a mi gente más cercana el motivo de este movimiento, ya que me cogió
por sorpresa y sin saber muy bien cómo era la situación en la que se vivía en
España en aquel momento. –La gente ya
está muy enfadada-, -ya está bien de privilegios para los ricos y cada vez
menos para los trabajadores, -quieren acabar con todo- y un largo etcétera
que se repetía en aquellos días en la calle y, verdaderamente, hoy en día
suenan aún con más razón que nunca.
Sin embargo, no se pasó ni un mes
cuando ya nadie hablaba del 15-M, ya era considerado como un movimiento de
indignados que había ocupado las plazas y que después de tal acción ¿qué? ¿Cuáles
eran sus objetivos? ¿Qué perseguían? ¿Cómo querían conseguir lo que demandaban?
La respuesta más obvia a todo eso es la que no existe, porque no había respuesta
a todo eso, el 15-M se desinfló tan rápido como surgió y entró a nuestras
conciencias. Fue una rebelión sin causa.
Faltaba una clara alternativa, es
decir, propuestas concretas. Con gritos, eslóganes llenos de razón, ruidos y
poco más no se puede acabar con nada y menos con la situación de desamparo y
exasperación que estamos viviendo. La gente tiene que saber cómo, por qué y
cuándo hay que prepararse. Pero no para salir mañana a la calle y pegar cuatro
gritos y vuelta a casa porque hay que cenar. Lo primero de todo es
organizarse y luego enfrentarse. En
definitiva, debemos manifestarnos, y sobre todo resistir de forma pacífica y
con propuestas concretas. El ruido y los gritos de una tarde no van a
solucionar nada. En 24 horas no se puede cambiar nada. Debemos recurrir a la
resistencia con voluntad. Los españoles estamos ahora más indignados que nunca,
se ve en la calle, en el bar, en las tertulias familiares. Españoles de
derechas y de izquierdas, todos.
Pero no debemos quedarnos sentados y esperar a que otros
intervengan, ya que nadie nos va a traer la solución, es más, hoy por hoy, no
hay solución para esta situación actual, cada vez vamos a peor. Y si queremos,
de verdad, cambiarlo; debemos ser conscientes de que solo nosotros lo podemos hacer.
En definitiva, hay que
organizarse, poco a poco, y tenemos que organizarnos todos, la gente que votamos
izquierda y derecha y buscar puntos de encuentro, por ejemplo, exigir la garantía
de servicios sociales o poner en marcha sectores estratégicos para nuestra
economía. Todas las ideologías están de acuerdo en eso. Pues desde este punto
hay que partir, con alternativas concretas y resistir, resistir y resistir
hasta que lo consigamos. La indignación ya la tenemos, pero sin caer en los
graves errores del 15-M. Ahora debemos organizarnos y rebelarnos con causa, sabiendo dónde queremos llegar, y no
hay otra manera que recurrir a la resistencia, siempre pacífica, y exigir a los
que nos gobiernan que empiecen a cambiar si no quieren que los españoles empecemos
por cambiarlos a ellos. Hay que resistir hasta el último aliento, porque después
ya viene otra cosa.